En esta ocasión, nos vamos de viaje para elaborar un pan antiguo y algo exótico: la Challah (pronunciado Jalá o Jaláh, aspirando la hache). Se trata de un pan hebreo, semidulce, que recuerda un poco a la brioche, y que se suele hornear en Israel para el sabbath y otros festivos.
Existen distintos tipos de Challah, en función de su origen geográfico. El pueblo judío, tan repartido durante siglos por el mundo, ha ido realizando variaciones sobre este pan y así podremos encontrar que tiene distintas y muy variadas denominaciones, así como distintas recetas. La que yo os propongo es la tradicional, la que lleva huevo (existe la challah de agua, que no lleva ni huevos ni azúcar). La Challah se distingue de la brioche, fundamentalmente porque, por motivos rituales, la Challah no puede llevar lácteos y la brioche lleva leche y mantequilla. A mí me parece una maravilla, sobre todo para desayunar. Menos para desayuno es la versión del pan que incorpora azafrán, pero yo no suelo hacerla. Ya os digo que me gusta para desayunar 🙂 Si queréis hacer una variante algún día, seguid esta receta, e incorporadle pasas al gusto. Veréis qué cosa más rica.
INGREDIENTES (para 1 Challah)
- 330 gramos de harina blanca de trigo.
- 165 gramos de harina de fuerza
- 35-40 gramos de azúcar blanquilla
- 2 yemas de huevo
- 1 huevo (clara y yema)
- 40 gramos de aceite de girasol
- 160 gramos (ml) de agua
- 10 gramos de sal
- 5 gramos de levadura fresca
- (y si queréis, pasas)
¿CÓMO SE HACE?
Hoy os lo pongo facilísimo. Sólo hay que mezclarlo todo, echando la sal lo último de todo, y darle una buena paliza a la masa. Veréis que la masa que resulta es muy, muy tenaz. Es por ello que hay que darle un amasado intenso de verdad. De hecho, os animo a usar el robot de cocina si lo tenéis. Sin miedo, bien amasado, hasta que tengáis una masa bien compacta.
Dejadla en un bol de cristal, tapada con un film plástico, al abrigo de corrientes. Que fermente una hora a temperatura ambiente. La destapáis y la aplastáis, para sacarle un poco los gases. Tapadla de nuevo y dejadla otra hora larga (como unos 75 minutos)

Ahora viene lo más complicado para algunos: hay que trenzar el pan. Si no lo habéis hecho nunca, os recomiendo que empecéis con una trenza sencilla. La que yo he hecho para esta ocasión y que veis en la foto (que no está perfecta) es una trenza de seis cabos. Si habéis preparado la masa con las medidas que os dí antes, y vais a trenzar menos de cinco cabos, haced dos Challas, para que no os quede un pan demasiado largo.
Dividid la masa en tantos trozos como cabos vayáis a hacer, y bolead la masa haciendo cilindros iguales (no os preocupéis de que sean largos aún). Cuando los tengáis, dejadlos reposar (bien cubiertos con un film -ya veréis que el film no se pega a esta masa) unos 15 minutos, para que pierdan algo de tenacidad.
Ahora sí, rodad los cilindros sobre la mesa, manteniendo una presión uniforme sobre los mismos. Idlos alargando, manteniendo el mismo grosor de la masa para todo el cabo. Cuando tengáis todos los cabos formados, sencillamente haced una trenza con ellos (si no sabéis hacer trenzas de muchos cabos, no os agobiéis: no tiene que estar perfecta la primera vez) La idea es juntar los cabos por la punta superior y después, despacio, sin rasgar la masa, hacer lo siguiente:
Idea general: moviéndose siempre de los extremos al centro, el cabo de la izquierda del todo, pasa siempre por encima del que tiene al lado, y por debajo del siguiente. El cabo de la derecha del todo, pasa siempre por encima del que tiene al pado, y por debajo del siguiente. Como sé que esto puede ser confuso, os pongo aquí un vídeo de nuestro canal de Youtube en el que os enseño cómo hacerlo. Recordad: si os gusta el vídeo, dadle a Like y suscribíos al canal para más videoconsejos panaderos.

Cuando tengáis vuestra trenza hecha, cubridla con un film (ya sabéis que no se pega) y dejadla fermentar a temperatura ambiente una hora y media (o hasta dos horas, si hace fresco en vuestra cocina).
Pintad con huevo batido vuestra trenza y, si queréis, adornadla con unas semillas de sésamo (puede ser crudo, porque se tuesta junto con el pan) o semillas de amapola.
Se hornea media hora a 180º, calor arriba y abajo, pero SIN vapor. Como siempre, enfriadlo en rejilla.
Es un gustazo de pan que os aguanta de un día para otro sin problemas, envuelto en un trapito, y que es perfecto para un desayuno de cinco estrellas.

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